jueves, 8 de septiembre de 2016

EL HOMBRE SIN OJOS

Entro con mi caballo a ese poblado en el que tantas cosas viví en un tiempo atrás, galopo despacio mientras la gente no me deja de mirar, y mi sombrero lo coloco de tal forma que esconda mis ojos y nadie los pueda vislumbrar, por eso mi nombre, el hombre sin ojos, nunca nadie los pudo mirar.
Llego a la calle principal, y allí está él esperándome, como si nada hubiera cambiado desde ese maldito día en que me tuve que alejar. De un salto bajo del caballo, lo tengo en frente, ya sólo una cosa puedo pensar, para él o para mí dentro de poco todo acabará. Y entonces parece sonar una trompeta que la mismísima muerte parece entonar, y de pronto el silencio lo llena todo, tan solo el viento del desierto se logra escuchar; nuestras manos se acercan al revolver, y se preparan para disparar. Todo sucede rápido, ni un segundo para pensar, yo sigo vivo, él está en el suelo con una bala que para siempre le hará descansar, y con él todos mis miedos desaparecerán.
Allí sigo de pie con el sombrero llegando a cubrir esos ojos que nadie llegó a mirar, guardo el revolver en la cartuchera, y un niño se acerca por detrás. Me dice que escuchó historias sobre el hombre sin ojos, que no sabía si eran ciertas o verdad, me dice que le cuente, pero no lo haré jamás, tan solo aparto mi sombrero para que mis ojos pueda apreciar, le digo que el pasado no importa, que he vuelto, y que ya habrá nuevas historias que contar.

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